Del
escritorio del pastor: Principios bíblicos para una relación
matrimonial permanente (Génesis 2:18-25).
Todos estamos de acuerdo que el
matrimonio está pasando una grave crisis.
¿Qué pasaría si por ejemplo el 75% de los vehículos Toyota se rompieran
dentro de los primeros años de fabricación?
Estamos seguros que la compañía tomaría medidas de emergencia. ¿Acaso no está sucediendo lo mismo con el
matrimonio? Las estadísticas afirman que
de dos matrimonios hoy día, uno termina en divorcio. El divorcio no respeta edad, posición social
ni credo religioso. Tener presente que
cuando viene el divorcio, los efectos los sufren hijos y familiares que están
alrededor de la pareja. Es interesante
que las estadísticas de hogares divorciados afectan enormemente a los
adolescentes. El 80% de ellos que están
en hospitales psiquiátricos vienen de familias fracturadas. Tres de cuatro suicidios entre ellos vienen
de familias donde falta ya sea el padre o la madre. Los datos anteriores son tomados de los últimos veinte años. ¿Qué nos traerán los próximos veinte
años? ¿Dónde está la falla y qué
correcciones debemos tomar? Es tiempo de
volvernos a la Biblia, el manual por excelencia y que tiene la Sabiduría divina
para reorientarnos y que las estadísticas mejoren.
Un primer principio, neguémonos a divorciarnos. Desde luego que hay excepciones al
respecto. Sin embargo, creemos que hay
muchos casos donde el matrimonio pudo salvarse.
En Mateo 19:1-9, Jesús fijó su posición respecto al matrimonio. Lo que
Dios juntó, no lo separe el hombre. Al leer el pasaje mencionado, nos damos
cuenta qué la intención de los fariseos era de tentar o probarle al Señor.
El divorcio en tiempos de Jesús era un tema de debate de dos
posiciones. Los que sostenían que el
hombre podía dar carta de divorcio por cualquier motivo y al otra que sostenía
que únicamente por la infidelidad. Esta
última Jesús la sostiene no como orden sino como una opción viable no como
mandamiento. Moisés lo permitió, por la dureza de ellos. Para que como matrimonios no lleguemos a
eso, los cónyuges debemos procurar el complementarnos mutuamente. En 1 Pedro 3:1-7 hallamos valiosas
recomendaciones que debemos tener muy en cuenta. En el caso de las esposas hay un llamado a
que ellas tengan una buena conducta en sus hogares. Ganados sin palabras por la
conducta de sus esposas. En pocas
palabras la esposa es llamada a tener una conducta ejemplar por medio de un espíritu afable y apacible. Una mujer tranquila, quieta con control
de sí misma que no pierde su buen estado de ánimo por cualquier cosa. Así mismo el esposo debe desarrollar una
conducta ejemplar con ella. Vivir
sabiamente, dando honor como vaso más frágil…para que vuestras oraciones no
tengan estorbo. Así, toda pareja
estará negándose a divorciarse.
Segundo, debemos buscar hacer feliz a su cónyuge. Santiago 4:1 pregunta, ¿de dónde vienen las guerras y los pleitos
entre vosotros? ¿No es de vuestras
pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? El hedonismo es el procurar buscar el propio
interés sobre los demás. Es la satisfacción personal como producto del
egoísmo. Cuando Dios une a una
pareja, se vuelven una sola carne no
dos. Eso significa que deben tener los
mismos propósitos. Para ello, sigamos el
modelo de Cristo el busca el bienestar de los demás anteponiendo sus intereses
al dejar la gloria y venir a la tierra en nuestro beneficio. Nada
hagáis por contienda o vanagloria, antes bien con humildad….se humilló . En Efesios 5:28 Pablo dice: El que ama a su mujer, a sí mismo se
ama.
Finalmente, debemos evitar una lengua que hiere (Proverbios
10:19, El que refrena sus labios es
prudente). Creemos que cuando los
cónyuges hacemos buen uso de la lengua el matrimonio va por mejor rumbo. Para ello tener presente tener una lengua
silenciosa. Es la habilidad de saber
cuando callar. Santiago 1:19
exhorta: pronto para oír, tardo para hablar…Normalmente hacemos lo
contrario. Una lengua amable, sucede cuando el amor nos controla y así es
fácil ganarse al cónyuge. La amabilidad
inicia en el hogar. Muchas diferencias
podrán solucionarse con una lengua amable. Una lengua que edifique (Efesios
4:29, ninguna palabra corrompida salga de
vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar
gracia a los oyentes). Un matrimonio
que usa palabras apropiadas construye una relación fuerte, estable y
permanente. Edifiquemos a nuestro
cónyuge con un buen uso de nuestra lengua.
Bendiciones a todos.
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