lunes, 7 de mayo de 2012

La parábola del hijo pródigo (I parte), Lucas 15:11-24


Del escritorio del pastor:  La parábola del hijo pródigo I parte (Lucas 15:11-24).
            Una de las parábolas mas conocidas y que ha tenido un gran impacto es justamente la del hijo pródigo.  De manera maravillosa y con gran sabiduría, Jesús describe una situación familiar que sigue repitiéndose hoy dos mil años después.  Es un hogar monoparental (un hogar con un solo padre). El hijo menor exige a su padre que le de la parte de la herencia que le correspondía.  Tomando en cuenta la cultura del medio oriente, la petición del hijo era considerada como una falta de respeto.  Parafraseando la petición del hijo,  equivale a decir:  ¡Padre, estoy ansioso que te mueras!  Un típico padre de esa región le respondería con una fuerte bofetada y lo echaría de casa.    Normalmente la herencia se entregaba después de haber muerto el padre no antes.  Y si se daba antes, era decisión del padre nunca del hijo.   Este joven, en pocas palabras estaba ansioso de marcharse de casa.  Deseaba vivir su vida a su antojo y sin ningún tipo de restricción alguna.  ¿Cuántos jóvenes hay todavía así?    Desesperados por salir de casa porque no desean la disciplina y corrección de sus padres.  Papá contrario a lo que la costumbre indicaba, acepta la petición del hijo.
            Seguidamente haber recibido la herencia, el hijo convierte todo en dinero en efectivo y toma la decisión de marcharse de casa lo más lejos posible.  No deseaba tener ningún tipo de contacto con su padre y demás familiares.   Se fue  lejos a una provincia apartada….(v. 13).    ¿Pensaría regresar alguna vez a casa?  No lo  sabemos.   En ese lugar, este joven inexperto, desperdició  sus bienes viviendo perdidamente. Dilapidar  es gastar desordenadamente lo que se tiene.  Su  inexperiencia la demuestra en la manera que usó lo recibido.  En ningún momento demuestra sensatez, precaución y pensar en el mañana por cualquier situación inesperada que viniere.  Y es justamente lo que pasó.    Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre…..y comenzó a faltarle (v. 14).  Lo que él menos esperaba le sucedió.  Se acabó el dinero, los amigos, tiene hambre, ¡bienvenido a la realidad!   Sin ninguna otra opción, debe buscar un empleo.  Lo que único que pudo hallar es apacentar cerdos.  Ese sería justamente el último empleo que un judío deseaba.  Humillante, estaba en el fondo.  Salió de casa con tantas aspiraciones, sueños, ilusiones, planes y tantas imágenes en su cabeza de lo que llegaría ser.  Menos cuidar cerdos.
            La vida estaba enseñándole otra faceta que no estaba acostumbrado y no estaba preparado.  Volviendo en sí (v. 17).  Creemos que esto da un giro completo a esta historia.  ¡Despertó a la realidad!  Tuvo su momento de recapacitar y llegar a la conclusión que debía tomar la decisión que nunca esperó tomar, regresar a casa, donde papá.  Él pensó pedir perdón y que le diese empleo como otros  empleados de su padre.  Y levantándose, vino a su padre.  Esto es importante.  Este joven no se quedó únicamente en buenas intenciones.  Llevó a la práctica lo que había pensado que debía hacer y actúo prontamente.  Aunque difícil, era la mejor decisión a tomar.
            Es interesante que este muchacho no regresa como salió. Cuando se fue, iba lleno de orgullo, vanidoso, con muchos recursos y bien vestido.  Su regreso es completamente diferente.  Pero aún con todos esos detalles, papá lo reconoce de lejos e inmediatamente hace lo que este muchacho no esperaba.  El padre a pesar de su edad corre y lo besa repetidamente. En la cultura de entonces, correr no era propio de su persona, dignidad y posición social.  Sin embargo eso no importaba.  En ese momento papá está más interesado en demostrarle a su hijo todo su amor.  Todo el discurso que llevaba    planeado decirle a papá se interrumpe por algunos órdenes dadas por él a sus criados.  Sacad el mejor vestido (uno digno de su hijo), este muchacho había llegado en harapos.  Poned anillo en su mano (símbolo de poder y autoridad).   Su hijo regresó y está restableciéndole con plenos poderes.  No como jornalero sino como su hijo.  Calzado en sus pies (no como esclavo, ellos en ese tiempo no lo usaban).    Y traed el becerro gordo…y comamos y hagamos fiesta, porque mi hijo muerto era, y ha  revivido, se había perdido, y es hallado.    Este muchacho nunca pensó tener un recibimiento de esa naturaleza.  El perdón estaba implícito.  De nuevo en casa y papá muy  feliz.   Hermosa historia que bien podría ser la nuestra.  Busquemos el espíritu de perdón que se mueve dentro de la historia y apliquémosla en nuestras vidas y familia.  Bendiciones a todos.  

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