Disfrutando
de las promesas divinas en medio del sufrimiento (1 Pedro 1:3-9).
Cuando hablamos de promesas divinas,
nos referimos al compromiso que Dios ha contraído de hacer cosas a favor
nuestro. Dios mismo se ha comprometido
obligándose a ello. Dice un refrán: No hay
mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista. Mientras estamos aquí en la tierra, todos
estamos expuestos a tener que pasar experiencias nada agradables. A nadie le gusta pasar por esos momentos y
tratamos de evadirlos a como de lugar.
El sufrimiento es un idioma universal.
Dios tiene un propósito en toda prueba permitida. A pesar de nosotros, el Señor no tiene la
obligación de darnos ninguna explicación del por qué permitan aquellas
situaciones nada agradable. Sin embargo,
en medio de todo, ello encontramos grandes y hermosas promesas del amor y
bondad de Dios para nuestras vidas.
El apóstol Pedro en su primera carta
tiene como tema principal la esperanza en medio del sufrimiento. Sus
lectores los identifica en el v. 1: a los expatriados de la dispersión. Eran judíos extranjeros que vivían fuera de Israel y que estaban sufriendo la diáspora, termino que alude al
esparcimiento de los judíos por todo el mundo conocido. El propósito de Pedro al escribir su carta
era de infundir ánimo a todos ellos y hoy a nosotros también. Es bueno tener en mente y presente, que el
sufrimiento no pasa de moda pero tampoco las promesas divinas de su protección
y de todo aquello que Dios tiene a favor nuestro. La esperanza es algo que estamos esperando
que suceda en beneficio nuestro.
Obviamente es algo bueno. Pedro
en sus primeros versículos describe una serie de promesas que hacen que nuestra
vida aunque estemos pasando por momento difíciles podamos enfrentarlas con
ánimo, esperanza y fe en que saldremos adelante y que nuestro futuro será mucho
mejor.
Veamos esas promesas. Tenemos
una herencia permanente (v. 4). Herencia es algo que se nos entrega cuando
normalmente el donante ha muerto y se da la herencia a los beneficiados. ¿Qué tipo de herencia estamos heredando? Pedro las enumera: incorruptible
(no se daña), incontaminada (pura
sin suciedad) e inmarcesible (no se
marchita), reservada en los cielos para
vosotros. Estas tres cualidades
apuntan hacia lo permanente, lo duradero lo que no tiene fin. Los bienes materiales están sujetas a
constantes cambios y variantes. No así
lo que Dios nos ha prometido. Nuestra
herencia está reservada en lugares muy seguros.
Así mismo, Dios nos ha prometido su
protección divina (v. 5). Sois guardados por el poder de Dios mediante
la fe….Con convicción evocamos el himno escrito por el reformador Martín
Lutero, Castillo fuerte es nuestro
Dios. Él es defensa y escudo a favor
nuestro. El Salmos 121:7 dice, Jehová te guardará de todo mal…El
propósito de su protección es que alcancemos
la salvación prometida . Hemos sido
salvos para que disfrutemos de todo lo que nuestro Dios nos ha preparado (Juan
14:2, voy, pues ha preparar lugar para
vosotros. No podemos describir todo
lo maravilloso que será ese lugar especial.
Tenemos
una fe en desarrollo (v. 6-7). ¿Por
qué Dios permite las pruebas en nuestras vidas?
¿Acaso no sería mejor que Cristo nos llevara inmediatamente a su
presencia cuando creemos en él? Pero la
realidad es otra. Aunque no nos guste
aceptarlo, las pruebas son necesarias. ….si es necesario, tengáis que ser afligidos
en diversas pruebas. Santiago 1:2
dice, que debemos tener gozo cuando venga la prueba y no la queja, llanto o
reclamo. Aunque las pruebas son
angustiosas, dolorosas, difíciles estas son necesarias para humillarnos,
pongamos nuestra atención en Dios y que nuestra fe avance y madure. Finalmente, tenemos un Salvador invisible y una salvación garantizada (v. 8-9). A
quien amáis sin haberle visto, obteniendo el fin de vuestra fe, que es la
salvación de vuestras almas. Dios
mismo garantiza nuestra salvación. Juan
10:28 dice, Yo les doy vida eterna, y no
perecerán jamás. En medio de
ellos, es menester recordar nuestra cuota de responsabilidad que Pablo describe
en Fil. 2:12, …ocupaos en vuestra
salvación con temor y temblor. Ocuparse,
significa trabajar en algo sin interrupción hasta terminarlo por completo. Es la responsabilidad que tenemos en obedecer
los principios bíblicos en el proceso de santificación. Mediante un temor saludable a Dios y respeto
profundo para no ofenderle con nuestras acciones, palabras, hechos,
sentimientos etc. Así que si estamos
pasando por un mal momento, tengamos en mente lo que Pedro nos dice en este
pasaje. Bendiciones a todos.
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