lunes, 23 de julio de 2012

Enfrentando correctamente a nuestro enemigo espiritual (Lucas 8:26-39)


Del escritorio del pastor:  Enfrentando correctamente a nuestro enemigo espiritual (Lucas 8:26-39).
            Los ataques de nuestro enemigo espiritual son constantes y no respetan a nadie.  Vivimos en un mundo lleno de atracciones que nos hacen desviar nuestra atención y darnos cuenta de que todo hijo de Dios tiene una batalla espiritual que librar a diario.  Las armas y métodos usados por el diablo y sus demonios son variados razón por la cual nos sorprenden y nos hacen caer resultando con ello, vidas derrotadas, frustradas, desanimadas y lo que menos deseamos es vivir esa vida abundante que Cristo da.  Lo peor de todo en esta batalla, es que ¡nadie está inmune!  Así que por lo tanto, todos somos llamados a tomar todas las precauciones debidas.  Así también, no se trata de juzgar a nadie sino más bien que busquemos a la luz de la Escritura y seguir sus instrucciones para saber cómo enfrentarle y tener la victoria que todos necesitamos y anhelamos.
            Debemos reconocer quién y cómo es nuestro enemigo.  En Efesios 6:11, Pablo describe a nuestro enemigo como el diablo.  Este nombre significa acusador, calumniador.  Jesús le llama padre de mentira (Juan 8:44).  Desde la misma creación de la humanidad La Biblia describe su labor al engañar a la primera pareja en Génesis 3.  Las Escrituras hablan con abundancia del diablo y sus demonios (Salmos 106:37, Marcos 1:23-27, 1 Timoteo 4:1, 2 Pedro 2:4, Apoc. 12:9).   Todos los demonios son depravados, malos en su obra y persona.  Son perversos y radicalmente opuestos al carácter santo de Dios.  Buscan esclavizar a las personas en prácticas ocultistas como la hechicería, espiritismo, la inmoralidad y destruir a la persona a como de lugar.  Pablo recuerda en Efesios 6:12, no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados….contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.  Así que conociendo este versículo, debemos cambiar nuestro enfoque para saber cómo enfrentar al diablo y sus demonios.  Nuestra lucha espiritual no es contra seres humanos.  Eso lo hace más peligroso porque no le vemos.  Por otro lado, Pablo describe un enemigo bien organizado que tal como ayer hoy tienen gran influencia sobre el mundo incluyendo la política.   Para hacerle frente, Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo (Ef. 6:11).  Asechanzas Pablo usa el término métodos (uso de sagacidad, engaño).  El diablo conoce nuestros puntos débiles y ahí nos ataca por ello la imperiosa necesidad de tomad TODA la armadura de Dios.
            Debemos reconocer los efectos malos de nuestro enemigo (Lucas 8:26-30).  Jesús mismo no estuvo exento de guerra espiritual.  Lucas 4:2 describe que al inicio de su ministerio fue sujeto a 40 días y 40 noches de fuertes tentaciones de parte del diablo.  Lucas 22:44 en Getsemaní hubo otra guerra espiritual y al final en la cruz del Calvario.  Lucas 8:27, 29  describe la pobre condición del endemoniado gadareno:  no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros…..le ataban con cadenas y grillos, pero rompiendo las cadenas, era impelido por el demonio a los desiertos .  Este hombre había perdido su familia. No tenía vida social.  Había perdido toda modestia, intimidad y respeto de sí mismo.  Vivía oprimido en un lugar inapropiado, un cementerio.  Esa es la labor del diablo y sus demonios.  Oprimir a la humanidad.  Cristo por el contrario vino a darnos libertad de todo (Juan 8:31-32).    Hoy día podemos ver la estrategia del diablo oprimiendo la humanidad con el alcoholismo, drogadicción, pornografía, sexo ilícito, divorcios, malas relaciones familiares, pleitos, celos, hechicería, guerras etc.   
            Debemos reconocer la necesidad de Jesús en nuestras vidas (Lucas 8:35, 38-39).     En 1 Juan 3:8 se afirma,   Para esto apareció el Hijo de Dios,  para deshacer las obras del diablo.  Jesús vino y se introdujo al mismo reino de las tinieblas del diablo.  Deshacer:  significa soltar, disolver, desatar de una cadena o de un lazo.  En sentido figurado es liberar.  Las obras del diablo encadenan.   Jesús nos libera (Juan 8:31-32, Col. 2:14-15).   En la cruz del Calvario, Jesús derrotó completamente al diablo y sus demonios.  Tanto él como sus demonios ya están vencidos (Juan 16:33).  Ya está condenado (Juan 16:11).  Está destinado a la perdición (Juan 12:31).   No tiene ninguna autoridad sobre aquellos que hemos confiado en Cristo (Romanos 8:1-2).  Después de haber tenido un encuentro con Jesús no podemos seguir siendo los mismo.  Este hombre al ser liberado por el Señor no es el mismo:  sentado a los pies de Jesús, vestido, y en su juicio cabal (v. 27, 29).  Todo se sujeta a la autoridad de nuestro Cristo.  Después de su liberación este hombre tiene una labor especial:    Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo (v. 39).   Somos llamados a dar el mejor testimonio posible a todos aquellos que están a nuestro alrededor.  No lo olvidemos.  Bendiciones a todos.

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