Del escritorio del pastor:
Y perdónanos nuestras deudas,
¿Perdonando hasta siete? (Mateo
18:23-35).
El perdón es un tema que toda
iglesia debe cuidar, predicar y promover.
Cuando dejamos de perdonar dejamos de ser iglesia. Hay muchas razones del por qué hablar de este
tema y darle la importancia debida.
Entre otras cosas: el perdón
frustra el orgullo. Una persona
orgullosa cierra toda posibilidad de buscar el perdón. Cuando perdonamos, estamos mostrando
misericordia con aquel que quizá no la
merece (Dios ha hecho lo mismo con nosotros).
Así mismo, el perdón restaura el gozo, afirma el amor entre las
personas. A la pregunta formulada por
Pedro, Señor, ¿cuántas veces perdonaré a
mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta
siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun setenta veces
siete (Mateo 18:21-22), Jesús comparte con él sobre los dos deudores. El tema del perdón en el contexto rabínico,
enseñaban que se podía perdonar con un límite de hasta tres veces y para otros
era hasta opcional. Con el hasta siete veces, Pedro quizá pretendía
impresionar con su gran generosidad a Jesús y los demás discípulos. Aún
saliendo de los límites de entonces, la respuesta de Pedro tenía sabor a
rabinismo o legalismo. No había
misericordia ni gracia alguna. Efesios
2:4-5 dice: Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos
amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con
Cristo (por gracia sois salvos). ¿Cómo
esperamos y necesitamos ser tratados? El
perdón no es como una mercancía que se puede
medir, pesar y contar. Se debe
dar libremente y sin límite alguno. En
pocas palabras eso significa la respuesta dada por Jesús. No te
digo hasta siete, sino aun setenta veces siete.
Literalmente son 490 veces pero en sentido práctica y apelando a la
misericordia y gracia de Dios, significa que el perdón es dado sin límite
alguno. No llevar cuentas. Que nunca haya una gota que rebalse o llené el vaso.
Seguidamente Jesús exponer
brillantemente sobre la parábola de los
dos deudores. El primero tenía una gran
deuda de diez mil talentos. Un denario
equivalía al pago del día de un soldado o un jornalero. Seis mil denarios equivalía a un
talento. Así que diez mil talentos eran
el salario de diez mil hombres durante diecisiete años. Era una cantidad enorme y porque no decirlo,
era una deuda impagable. Este siervo estaba
en bancarrota. No tenía la capacidad de
pagarla nunca. El rey no le queda otro
recurso y ordena, venderle, y a su mujer
e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda (v. 25). La respuesta de este siervo es sabia, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo
pagaré todo (v. 26). La gracia y
misericordia de Dios es nuestra única esperanza. ¿Acaso este hombre podía pagar toda la
deuda? ¡No! Fue una promesa que nunca podría
cumplir. Reconoció su deuda pero su
promesa nunca la cumpliría. Era una
cantidad impagable. El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó
la deuda (v. 27), ¿Acaso no es lo
mismo que hace Dios con nosotros? Por su
amor, misericordia y gracia hemos sido perdonados y salvos.
Sin embargo la historia no termina
ahí. La falta del espíritu perdonador
de este siervo se demuestra en cómo trata a otra persona que tenía una deuda muy
pequeña en comparación a la perdonada y no tiene el mismo trato recibido. Asiendo
de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo
que me debes (v. 28). Su reacción
fue demasiado severa. La petición hecha
por esta persona debió hacerle eco porque son las mismas palabras dichas por él
ese mismo día (v. 26, 29). Mas él no quiso, sino fue y le echó en la
cárcel, hasta que pagase le deuda (v. 30).
Aquí de nuevo surge la pregunta de Pedro, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? Jesús con este pasaje desea enseñar ayer
y hoy, Dios no actúa usando Su justicia sino Su misericordia y gracia
inmerecida. Dios pide así mismo que
usemos el mismo trato con nuestro prójimo (Ef. 4:32, ese es el diseño de
Dios). La falta de perdón en nuestras
vidas hace que nos volvamos personas amargadas y perdedoras. Este hombre no usó la piedad recibida
anteriormente. Cuando el rey es
informado le hace una severa llamado de atención. Siervo
malvado….¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve
misericordia de ti?....Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no
perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas (v. 32, 35,
6:14-15). En pocas palabras, recibiremos
lo que hemos dado. Es la ley de la
siembra y la cosecha. No te digo hasta siete, sino aun setenta
veces siete. Perdonar sin límite
alguno es el diseño de Dios. Bendiciones
a todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario