lunes, 6 de mayo de 2013

Como padres debemos saber que todo lo que sembramos con los hijos, eso segaremos (2 Samuel 12:1-13).


Como padres debemos saber que todo lo que sembramos con los hijos, eso segaremos (2 Samuel 12:1-13).
            De niño nunca conocí el amor de un padre.  Nunca gocé del beneficio del ejemplo de un padre.   No recuerdo ninguna ocasión en que mi padre me llevara con él a alguna parte y me dedicara tiempo.  La realidad es que lo odiaba.  Viví en un pueblecito donde todo el mundo sabía de papá y sus borracheras.  Mis compañeros del colegio hacían bromas de ello y yo también  me reía con ellos, esperando que mi risa escondiera mi dolor (Josh McDowell, El padre que yo quiero ser, p. 7-9).
            ¿Qué tipo de legado estamos dejando a nuestros hijos?  ¿Cómo hemos influenciado en la vida de ellos?  ¿Qué clase de impacto estamos dándoles?   Ser padres hoy día es todo un reto.  Las estadísticas son escalofriantes.  Cada día, 1000 adolescentes solteras se convierten en madres.   1106 adolescentes tienen un aborto y así por el estilo.  Nuestros hijos viven su vida sin ningún tipo de orientación alguna.  Todo debido a que sencillamente el papel de los padres ha sido muy pasivo y en muchos de los casos, no hemos influenciado en ellos.    Como padres, debemos tener el cuidado de dejarles un buen legado por medio de nuestro testimonio.  De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas, y la buena fama más que la plata y el oro (Prov. 22:1).  Camina en su integridad el justo, sus hijos son dichosos después de él (Prov. 20:7).  Cuando hablamos del rey David, nos referimos al hombre descrito como al varón conforme al corazón de Dios.  Al salmista, al buen político y tantas cualidades admirables.  Sin embargo, también podemos ver el lado oscuro de su vida.  Fue un muy mal padre.  Debido a su pecado con Betsabé, tuvo que pagar un precio muy alto. Toda su familia (sus hijos)  se vieron envueltos en una serie de escándalos entre ellos.  Asesinatos, incesto, rebelión e intrigas etc. 
            El libro de 2 Samuel 11, describe el pecado de adulterio y asesinato de parte del rey David.  Su pecado sexual con Betsabé y después el asesinato de Urías, esposo de Betsabé fueron dos acciones que nunca se hubieron esperado de David.  Sin embargo la Biblia no oculta esta situación.  Todo lo contrario, están ahí para que juntos aprendamos de la historia y lo más importante, no cometer los mismos errores.   La Biblia en Deut. 17:15-17 relata cómo Dios estableció normas para los futuros reyes de Israel.   Él no aumentará para sí caballos….Ni tomará para sí muchas mujeres, para que su corazón no se desvíe, ni plata ni oro amontonará.   Como ya sabemos,   David no obedeció la primera.  Se acostumbró a tener las mujeres que quiso.  Se volvió insensible y muy sensual.   David coleccionó mujeres como trofeos.  Las vio como un medio de placer no como parte del plan de Dios.  No tuvo problemas para vencer al  gigante Goliat pero fue incapaz de vencer su propia debilidad ante las mujeres.  Cuando nos volvemos insensibles, racionalizamos nuestros estilo  de vida y lo justificamos. No tuvo disciplina en lo moral y creyó legal y aceptable su estilo de vida.  David recibió como respuesta a su interés en saber quién era esa bella mujer que se había atrevido a bañarse desnuda.  Es Betsabé….mujer de Urías…..Y envió David mensajeros, y la tomó, y vino a él, y él durmió con ella (2 Samuel 11:3-4).  En pocas palabras, David recibió el mensaje:   rey David Betsabé está casada.  No debe tocarla, mas bien debe respetarla.   Desde luego,  hay culpabilidad compartida.  Ella también es responsable el pecado.  Pudo perfectamente rechazar el ofrecimiento.  No quiso.  David y ella, en ese momento borraron a Dios de sus mentes.  Se olvidaron de él. Los resultados fueron horribles.  Como hemos dicho en el encabezado de este artículo, todo lo que sembramos con nuestros hijos, eso cosecharemos.  Ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste……He aquí yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa (2 Samuel 12:10-12).  Estas fueron las palabras del profeta Natán para David, después que este reconociera su grave pecado.  Su familia pasaría de escándalo en escándalo   tragedia tras tragedia.  Nunca se apartó de su familia las adversidades.  David fue un buen rey para Israel, pero su vida familiar fue todo lo contrario.  Cosechó lo que sembró.   ¿Cómo nos recordarán nuestros hijos más adelante?  Bendiciones a todos. 

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