Diferencias
entre creyente y discípulo (Luís Gabriel César Isunza, Apuntes Pastorales, Vol. XVIII, Núm. 4, Jul-Sep 2001).
Lamentablemente,
hablando de los hermanos que forman nuestras congregaciones, buena parte de
ellos no entienden a profundidad los conceptos de discipulado y compromiso de
vida. Me pregunto con frecuencia ¿cuánto entiende el creyente
sobre lo que es el verdadero compromiso?
Creo que en las iglesias abundan los espectadores itinerantes, cuya
búsqueda, de iglesia en iglesia, es más el reflejo de su propia frustración por
falta de compromiso que profundidad en
su caminar con Cristo. Ciertamente en
la Biblia encuentro, en la vida y palabras de Jesús, un indicativo creciente de
compromiso y dedicación. Hablar de
discipulado y compromiso no es nada popular.
Si yo dictara en la iglesia un estudio sobre profecía, seguramente las
multitudes se agolparían buscando espacio para el aprendizaje, pero, si
dirigiera un estudio sobre la vida de oración, o la importancia de las buenas
relaciones entre los unos y los otros, o cómo invertir mis recursos en la obra
de Dios, los interesados serían unos cuantos.
Hablar de discipulado es hablar de
transferencia de vida. Jesús hablaba de
un proceso, no de un suceso en el que van involucrados variedad
de asuntos y disciplinas espirituales. Discipulado
es, un proceso educativo-espiritual que
logra hombres obedientes a Cristo, lo cual es el paso inicial. Como proceso es infinito. La finalidad es que los hombres piensen y
vivan como Cristo (Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo). Es
una relación maestro-alumno, basada en el modelo de Cristo y sus discípulos, en
la cual el maestro reproduce en el estudiante la plenitud de vida que él tiene
en Cristo, en tal forma que el discípulo se capacita para adiestrar y enseñar a
otros (Id y haced discípulos, Keith Phillips). Un discípulo de Cristo es un creyente que
refleja un constante crecimiento espiritual a la medida de la estatura de
Cristo. Tiene vida de oración, es
efectivo en el evangelismo y en el discipulado, porque actúa bajo la dirección,
control y poder del ES. Veamos a
continuación algunas diferencias entre creyente y discípulo:
1.
El creyente suele esperar panes y peces, el discípulo es un
pescador. Casi nunca ponen al servicio del
Señor todo lo que son y lo que hacen.
Son espectadores únicamente.
2.
El creyente lucha por crecer, el discípulo por reproducirse: el creyente común no piensa en los demás sino
en sí mismo, el verdadero discípulo se
reproduce, siguiendo una filosofía de flujo, que consiste en compartir con los
demás todo lo que recibe.
3.
El creyente se gana, el discípulo se hace: las personas que responden positivamente a
una invitación, estas personas no pueden ser contadas como discípulos, sino como personas interesadas en conocer más
de Dios.
4.
El creyente gusta del halago, el discípulo del sacrificio vivo: si dentro del pueblo cristiano no
estuviéramos tan preocupados por los reconocimientos, ya habríamos alcanzado a
nuestros países para Cristo.
5.
El creyente entrega parte de sus ganancias, el discípulo entrega su
vida.
6.
El creyente puede caer en la rutina, el discípulo es
revolucionario. Un discípulo auténtico y
comprometido, busca el cambio, el avance, conquista áreas que antes no había vencido.
7.
El creyente busca que lo animen, el discípulo procura animar.
8.
El creyente espera que le asignen tareas, el discípulo es solícito en
asumir responsabilidad. El discípulo
sabe que no necesita cargos para
servir a Dios, sino más bien busca servirlo con amor y excelencia.
9.
El creyente murmura y reclama, el discípulo obedece y se niega a sí
mismo.
Finalmente, es el anhelo de mi
corazón que como pastores y líderes de la iglesia nos demos a la tarea de hacer
discípulos como estilo de vida. Por
cierto, esa es nuestra gran comisión de nuestro Señor y Salvador Jesucristo
(Mateo 28:18-20). Bendiciones a
todos.
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