Corramos nuestra propia carrera fijando nuestros ojos en Jesús
(Hebreos 12:1-2).
En ciertos juegos olímpicos en una competencia de carrera, cierto
atleta justo antes de llegar a la línea de la meta, giró su cabeza para ver
dónde venían sus competidores. En ese
preciso momento, otro corredor le pasó por el lado contrario. Esa pequeña fracción de segundo que el primer
corredor desperdició en compararse
con los demás le hizo perder la suficiente velocidad y perdió una carrera de la
forma más frustrante posible.
¿Cómo estamos
corriendo nuestra vida cristiana? ¿Cómo debemos correr? Primero, recordemos
que hay espectadores viendo cómo corremos (v. 1, Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande
nube de testigos….). El autor
sagrado, visualiza la vida cristiana como una maratón (42 kilómetros). Es una carrera de larga distancia. Para ello es menester correr con
perseverancia. La maratón debe su origen
cuando en el año 490 aC el general Ateniense Milcíades derrotó a Darío el persa
cerca de la ciudad de Maratón a 40 kilómetros de Atenas. Según la historia, el corredor Filípides enviado
a Atenas para anunciar la victoria, murió de agotamiento a su llegada. El autor sagrado nos hace ver que tenemos una
nube de testigos que nos observan cómo corremos. Esa nube son todos aquellos descritos en la
galería de los héroes de la fe del capítulo 11. Pero también debemos agregar a todos
aquellos que nos rodean hoy día
(familia, compañeros de trabajo, estudio, vecinos, hermanos en Cristo). La vida de los héroes de la fe, debe ser un
estímulo a nosotros para imitarles. Es
un vivir por y en fe (Hebreos 11:1-2, 6, Porque
por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos). Todos ellos testifican lo efectivo que es
vivir por fe (2 Cor. 5:7, porque por fe
andamos, no por vista).
Segundo, debemos despojarnos de todo lo que nos
estorba para correr. Los fabricantes
de ropa deportiva de hoy, se han dado cuenta que entre más liviana sea, es
mejor para los corredores. Un atleta
para correr mejor, no debe llevar peso innecesario. Entre más liviano, mejor. Despojémonos,
debe ser una acción constante y decisión que usted y yo debemos tomar a
diario. Yo soy quien debe tomar la firme
decisión de despojarse de todo aquello que nos estorba para correr con
facilidad. ¿Despojarse de qué? Entre algunas cosas: el afán diario (Mateo 6:25-34), cuidar
nuestro corazón (Mateo 15:17-20), buena actitud a la vida (Mateo 6:22-23),
falta de fe (Hebreos 11:1, 6, 2 Cor. 5:7), vestirse del nuevo hombre (Ef.
4:24-32) etc. Son todas aquellas acciones
que nos estorban para correr libre de peso.
El pecado es incompatible con la vida cristiana y nos estorba seriamente
para mantenernos corriendo. Hay dos
elementos a agregar, la confesión de todo pecado (Prov. 28:13, El que encubre sus pecados no prosperará, mas el que los confiesa y se
aparta alcanzará misericordia). El
pecado es como la basura, debe botarse sino causa mal olor y es
desagradable. Debemos perdonar, Antes sed benignos unos con otros…..perdonándoos
unos a otros como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo (Ef.
4:32). La falta de perdón es una enorme
carga que no permite correr con agilidad.
Tercero, debemos correr con paciencia. Una carrera de maratón requiere resistencia
al correrla. Paciencia es fruto del ES y es la capacidad de soportar molestias
sin rebelarse, es saber esperar. La
paciencia provoca madurez en la vida cristiana.
No se logra de la noche a la mañana.
Correr con paciencia pareciera una contradicción. Sin embargo al no haber paciencia cualquier
cosa nos afectará, desalentará y nos hará apartarnos de nuestra carrera para
triunfar (1 Cor. 9:24, Corred de tal
manera que lo obtengáis). La falta de paciencia complica la vida y sus
relaciones. Cuando tenemos paciencia
podremos seguir a pesar de….es la resistencia alegra y con fe. Es no quejarse y ser constantes. Firmes y soportando las pruebas que son los
medios divinos para formarnos.
Cuarto, mantener nuestros ojos fijos en Jesús. El atleta cuando está corriendo nunca
debe quitar sus ojos de la meta como también, no debe estar pendiente cómo corren los demás atletas (Juan
21:21-22, ¿y qué de éste?....¿qué a
ti? Sígueme tú). El mantener nuestra vista fija en Jesús debe
ser una decisión constante, diaria y con perseverancia. Cada uno es responsable cómo estamos corriendo.
Olvidémonos del pasado con todas sus frustraciones (Fil. 3:13-14, …olvidando ciertamente lo que queda atrás, y
extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo
llamamiento de Dios en Cristo Jesús).
Uno de los fracasos de Israel en el desierto fue su constantes quejas y
nunca olvidaron Egipto. Nuestra vista
fija en Jesús, autor y consumador de nuestra fe. Recordemos el atleta de los juegos olímpicos
que al llegar a la meta por estar pendiente de cómo corrían los demás, perdió
la carrera justo antes de llegar a la meta.
Tengámoslo presente, bendiciones a todos.
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