Derribando nuestra murallas con fe (Hebreos 11:30).
La toma de Jericó es una de las batallas donde la victoria no se
dio al vencedor por medio convencionales.
Por ejemplo, una estrategia militar brillante. Un ejército mejor organizado y motivado que
el otro. Mejor armamento o algo similar,
sin embargo el texto sagrado no lo dice así.
Tomando como base Hebreos 11:30 donde leemos, Por la fe cayeron lo muros de Jericó después de rodearlos siete
días. Aquí tenemos en pocas palabras
la razón del porque los enormes muros de esta ciudad cayeron. Josué líder de Israel junto con todo el
pueblo, no cuestionaron la estrategia militar del Dios Todopoderoso que les
guiaba y ordenaba qué hacer.
Todos en la vida
tenemos murallas que escalar o derrumbar.
Esa muralla puede ser un pasado de abuso que nos ha llenado de dolor,
amargura y no hemos perdonado. Esa
muralla puede ser un matrimonio roto, un desastre económico o una grave falla
moral. Esa muralla puede ser una vida
espiritual débil o tibia y no podemos salir de ese círculo. Una gran noticia, no importa cuán alto sea
nuestra muralla ¡con Dios podemos subirla o derribarla! Nuestro Dios es más grande que cualquier
muralla. El Salmo 60:12 dice, En Dios haremos proezas, y él hollará a
nuestros enemigos.
La arqueología
confirma que la ciudad de Jericó estaba sumamente fortificada. Tenía un anillo
doble de muros. El externo de casi dos
metros de grosor con una altura entre 6 a 9 metros. La ciudad estaba sobre un monte y debía ser
tomada subiendo una pendiente pronunciada lo que colocaba al ejército invasor
en desventaja. Tomar la ciudad de Jericó
era de meses forzándole a rendirse o morir de hambre. ¿Qué
pensarían los soldados al ver las altas murallas? En aquellos tiempos y considerando el
contexto de 400 años de esclavitud de Israel era una tarea ardua que debía
hacerse con mucho esfuerzo. Pero en
medio de todo, estamos seguros, que Josué no se llenó de temor al ver las
murallas, sino más bien, vio la gloria de Dios y una magnífica oportunidad para
que Él manifestase Su poder maravilloso.
Ya lo había hecho en Egipto con las diez plagas. Ya lo había hecho dividiendo el mar Rojo y el
río Jordán. Así para Dios mostrar su
poder una vez más no era ningún apuro ni problema para él.
Las instrucciones
recibidas por Josué de cómo debían actuar para tomar la ciudad, en verdad no
corresponden a una estrategia militar
lógica. El famoso Dr. James
Dobson, autor del libro Cuando lo que
Dios hace no tiene sentido describe numerosas situaciones donde Dios hace
cosas sin sentido para nosotros pero no para Él. Normalmente tomar una ciudad bien amurallada
en aquel entonces, era una tarea ardua, con mucho esfuerzo y tomaba mucho
tiempo con perdida de vidas de ambos lados.
Dios ya había prometido darles esa ciudad, Mira, yo he entregado en tu mano a Jericó y a su rey, con sus varones
de guerra (Josué 6:2). Esa era la
promesa pero esta estaba acompañada de algunas instrucciones que debían ser
obedecidas fielmente.
Paciencia que
debía mostrarse dando vueltas a la ciudad seis días en silencio (v. 2-3, 9-10). Estamos seguros que para los soldados subidos
en los muros de Jericó viendo aquella procesión tan extraña y en silencio debió ser motivo quizá se
burla, extrañeza y no sabemos cuántas
cosas más. La paciencia es fruto del ES
(Gál. 5:22), es el aguante, constancia bajo la prueba. Es la constancia de la fe y la esperanza que
no se deja vencer por la espera. Su
fundamento es la promesa del Dios justo.
Salmos 40:1 dice, Pacientemente
esperé a Jehová y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Si Josué y el pueblo querían ver los
muros abajo, debían con fe seguir las instrucciones divinas. Debían rodear la ciudad seis días en silencio
y con toda paciencia.
Mantenerse en
silencio (v 10, Vosotros no gritaréis, ni
se oirá vuestra voz, ni saldrá palabra de vuestra boca, hasta el día que yo os
diga. Gritad, entonces gritaréis). ¿Qué
hacemos cuando nos encontramos en alguna situación complicada o
desesperante? El guardar silencio es lo
que menos hacemos. Tratamos de buscar
ayuda donde sea posible y comunicar nuestra situación con todos los que
podamos. El Salmos 37:7 dice, Guarda silencio ante Jehová y espera en
él. Durante
los primeros seis días, todo el ejército debió rodear a Jericó en completo
silencio. ¿Qué pensarían los que estaban
en el muro de Jericó? Quizá hubo burlas,
insultos, palabras ofensivas, retos etc.
Muchas veces el silencio nos induce a crecer en serenidad y confianza
ante Dios. Las palabras son importantes
y valiosas, pero hay momentos en es
mejor callar, guardar silencio y saber esperar en el Señor. La disciplina del silencio nos da tiempo y
serenidad para hablar con más cuidado.
Es un fuerte llamado al dominio propio. Santiago 1:19 nos recuerda, ….todo hombre sea pronto para oír, tardo
para hablar, tardo para airarse. Sin
duda alguna, la ordenanza del Señor era una manera extraña de ir a una pelea
(v. 4, bocinas y en silencio).
Aún con la forma
tan extraña de enfrentar un enemigo fuerte, bien atrincherado y dispuestos a
morir por su ciudad, Josué junto con su ejército, debían tener expectativas que Dios haría el milagro
de derrumbar esas formidables murallas y que tomarían la ciudad. Entonces
el pueblo gritó, y los sacerdotes tocaron las bocinas, y aconteció que cuando
el pueblo hubo oído el sonido de la bocina, gritó con gran vocerío, y el muro
se derrumbó. El pueblo subió luego a la
ciudad, cada uno derecho hacia delante, y la tomaron (v. 20). Los muros cayeron de acuerdo a lo que Dios ya
había dicho (v. 5). ¿Cuáles son nuestros
muros que deben caer? Pongamos en acción
nuestra fe. Para que esos muros cayesen,
el pueblo debía cumplir su parte. ¿Cuál
es nuestro enfoque de los muros que enfrentamos? Son más altos que nuestro Dios o Dios es alto
que ellos. Centrémonos en Dios y en el poder
de Su fuerza. El pueblo debía dar
vueltas en silencio y después gritar e ir adelante a tomar la ciudad y destruir
todo lo encontrado. Obediencia completa
hace la diferencia en nuestras vidas.
Derribemos todos aquellos muros, pongamos en acción nuestra fe en el
Dios que todo lo puede.
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