La Biblia y en la familia
(Por Marcelo Figueroa, La Biblia en las
Américas, #4 2006,
p. 8-15).
Las familias, si bien forman una entidad social autónoma, viven y
se desarrollan en un contexto social y temporal determinado. En la actualidad, ese contexto presenta
características singulares y contradictorias que influyen en la vida familiar
de diversas maneras y con intensidades diferentes. Es nuestro deseo que estas breves reflexiones
estimulen a otros a continuar y perfeccionar estos pensamientos y de esta manera hacer que la Biblia signifique para la
vida individual, familiar y de la sociedad actual no un libro más sino el
horizonte y la guía indispensable para una vida más plena que dé honra a Dios,
nuestro Padre, Creador del maravilloso continente llamado familia.
Jesús finaliza su sermón
del monte con una parábola en donde participan dos personas que construyen su
casa (Mateo 7:24-29). Allí, el Señor
traza una relación directa de causa-efecto, siembra-cosecha, de dos conductas
opuestas frente a un mismo hecho. No
duda en calificar a uno de los edificadores como prudente y al otro como
insensato. El prudente trabaja sobre
bases firmes y el otro construye sin fundamentos sólidos. Luego, circunstancias adversas afectan a
ambos por igual y las consecuencias resultan inevitables y evidentes. Para el insensato la ruina de su casa y para
el otro la permanencia de su vivienda.
Esta enseñanza magistral de Jesús relaciona al prudente con aquel que
oye la palabra de Dios y la pone en práctica, y al insensato con aquel que
oyendo esa misma palabra, no la obedece.
El pasaje nos muestra una comparación entre alguien que hizo lo correcto
y alguien que no lo hizo. El apóstol
Pablo nos recuerda que además de poner cuidado en la piedra fundamental de la
construcción se debe seleccionar diligentemente los materiales de la
edificación (1 Cor. 3:10-14). En la
construcción de una familia cristiana vigorosa es fundamental la aceptación de
la autoridad de la palabra de Dios que tendrá su manifestación práctica en el desarrollo
de las virtudes cristianas como el amor, el servicio, la piedad etc.
Hoy día, la
búsqueda de la felicidad consiste en la satisfacción inmediata de los deseos y
apetitos más urgentes, los que se vuelven absolutos autoritarios. La familia actual, afectada por estos conceptos individualistas y egoístas,
debe buscar en la Biblia los valores más sublimes del amor y la verdadera
libertad. En los evangelios, Jesucristo
enseña que la libertad viene del conocimiento de la verdad revelada en las
Sagradas Escrituras las cuales a su vez dan testimonio de él (Juan 5:39), quien
a su vez encarna la verdad (Juan 14:6). El
abandonar los conceptos fundamentales de la vida familiar en manos del análisis
subjetivo de cada integrante lleva en muchos casos al vaciamiento de la familia
como una entidad. En algunos casos, la
maternidad es considerada solamente como una experiencia de autorrealización
individual que no necesita de la formación de una familia. De esta manera se puede considerar al hombre
como mero semental al servicio de este concepto egoísta de la genética de la
fecundidad, una mujer podría decidir ser madre a partir de un padre conocido o
desconocido, vivo o muerto y hasta elegir los rasgos raciales que sean de su
agrado.
Uno de los
aspectos que resulta más patético en la parábola de los edificadores que
considerábamos al principio es que, exteriormente las dos casas era
iguales. En lo exterior parecían
idénticas, pero en lo fundamental y
profundo sus diferencias eran dramáticas.
Mientras en un caso se puso el empeño y el esfuerzo en sustentarla con
bases sólidas, en el otro se buscó el camino fácil de la apariencia creyendo
que los fundamentos eran un aspecto intrascendente de la existencia, mientras
lo aparente era la meta última. Este aspecto de la parábola describe muy bien
el pensamiento actual.
Los integrantes
de una familia se ven muchas veces invadidos por esta exaltación de la
apariencia y la imagen que proclama la sociedad actual. En la Biblia vemos cómo aun los detractores
de Jesús lo reconocían como quien no se basa en las apariencias y la imagen
exterior de las personas. Maestro, sabemos que eres amante de la
verdad y que enseñas con verdad el camino de Dios, y no te cuidas de nadie,
porque no miras la apariencia de los hombres (Mateo 22:16). Cada integrante de la familia debe encontrar
en su seno el ambiente de aceptación y amor para desarrollar su personalidad
con autenticidad.
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