Corriendo para ganar (Hebreos
12:1-2).
Hoy todo el mundo tiene sus ojos
concentrados en Río de Janeiro, Brasil.
En esa bella ciudad, se están desarrollando los XXXI Olimpiadas o mas
comúnmente como Río 2016. Es un evento
multideportivo dirigido por el Comité Olímpico Internacional se celebra actualmente
en Brasil entre el 5 y el 21 de agosto del 2016. Según los encargados se esperan unos 11,000
atletas de 206 diferentes países. Todos
ellos, participan con la ilusión de llevarse la gloria con una medalla. Sin embargo, no todos lo logran.
La
maratón es la carrera de resistencia en los juegos olímpicos de 42 km con
195 metros. Su origen se debe cuando en el año 490 aC el
general Ateniense Milcíades derrotó a Darío el persa cerca de la ciudad de
Maratón a 40 kilómetros de Atenas. Según
la leyenda, el corredor enviado Filípides habría muerto de fatiga después de su
recorrido y anunciar la victoria sobre el ejército persa. En realidad, Filípides recorrió el camino
desde Atenas hasta Esparta para pedir refuerzos, lo que serían unos 225
kilómetros. Aún así, el mito ganó mucha
popularidad sobre lo que realmente sucedió.
El corredor tomó tanto empeño en llegar a su destino a la mayor brevedad
que, cuando llegó, cayó agotado y antes de morir sólo pudo decir una
palabra: nikh (nike), victoria en griego antiguo (Tomado de Wikipedia).
Así como los juegos olímpicos
exige disciplina, entendemos que la vida cristiana también. Muchos de nosotros encontraremos a través de
nuestra existencia, obstáculos, desilusiones y mucho mas que podrán afectarnos
para no seguir corriendo. Sin embargo, así como el atleta, es menester perseverar para seguir corriendo y lo
mejor, para ganar. Cuando los
deportistas mantiene una correcta disciplina, tarde o temprano será coronado
con su medalla. Desde luego, eso significa
que ha tenido que dejar muchas cosas agradables pero que le hubieran afectado
para perseverar en su carrera y ganar.
El triunfo en la vida cristiana es una responsabilidad nuestra. Desde luego Dios tiene su parte, no debemos
olvidar que nosotros también tenemos nuestra cuota de responsabilidad. Hay muchos elementos significativos para que
un deportista gane una competencia. Por
razones de espacio veremos tres de ellas.
Primero, debemos
despojarnos de todo peso que nos afecta (v. 1). Los fabricantes de ropa deportiva lo saben
muy bien. Ellos siguen confeccionando
tipo de ropa lo mas ligera posible. Eso
hará, que el deportista pueda correr o competir en la disciplina correspondiente
sin que su vestimenta le estorbe su peso.
Espiritualmente hablando, el pecado es la acción que ofende la santidad
de Dios y afecta nuestra relación con el Creador. El verbo despojarse es un participio con voz
activa. Lo anterior significa
sencillamente, que nuestra vida debe estar constantemente despojándonos del
pecado que cometemos. Esa acción y
decisión debemos hacerla cada uno de nosotros.
Nadie mas puede hacerla por nosotros.
Despojarnos del pecado no depende de Dios (él lo perdona) pero nos
corresponde a nosotros confesarlo (eso es despojarnos). Proverbios 28:13 nos recuerda, El que encubre sus pecados no prosperará,
mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia. Este versículo debe estar en nuestra
mente, cabeza y corazón siempre. Agregamos una nota mas respecto al peso. La falta de perdón es una enorme carga que no
nos permite corres con agilidad. Cuando
perdonamos nosotros mismos nos beneficiamos.
Efesios 4:32 dice, Antes sed benignos unos con otros,
misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a
vosotros en Cristo. La vida de José
al perdonar a sus hermanos, sigue siendo un hermoso ejemplo de perdón (Génesis
45:1-7).
Segundo,
debemos correr con paciencia (v.
1). Corramos
con paciencia la carrera que tenemos por delante. La paciencia es un fruto del ES (Gálatas
5:22). La paciencia es la capacidad de
soportar molestias sin rebelarse, es saber esperar. La paciencia provoca madurez en la vida
cristiana. No se logra de la noche a la
mañana. Las adversidades de la vida
provocan paciencia en la vida cristiana (Santiago 1:3, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia). Para un atleta, correr con paciencia quizá es una
contradicción (especialmente en la carrera de 100 metros planos). Cuando no tenemos paciencia, cualquier cosa
nos afectará, nos hará apartarnos de nuestra carrera diaria. La falta de paciencia y tolerancia afecta y
complica la vida y sus relaciones. Así
que, corramos con la actitud de ganar no olvidando ser pacientes.
Finalmente,
debemos fijar nuestra mirada en Jesús (v.
2, puestos los ojos en Jesús….). Puestos, es una acción constante. Es no quitar nuestros ojos en Jesús. Cuando el atleta está en competencia, nunca
quita su mirada en la meta como tampoco, debe fijarse cómo van corriendo los
demás competidores. Cuando el apóstol
Pedro caminó sobre las aguas, mientras mantuvo su mirada en Jesús no tuvo
ningún problema. Su situación cambió,
cuando quitó su mirada en el Señor y le dio mas importancia a las olas del
mar. Comenzó a hundirse (Mateo
14:30). Cuando fijamos nuestra mirada en
Jesús, debemos olvidar el pasado con todas sus frustraciones y heridas que nos
hayan ocasionado. La carrera cristiana
tiene sus obstáculos también. Así como
los juegos olímpicos exige disciplina, entendemos que la vida cristiana
también. Muchos de nosotros
encontraremos a través de nuestra existencia, obstáculos, desilusiones y mucho
mas que podrán afectarnos para no seguir corriendo. Sin embargo, así como el
atleta, es menester perseverar para
seguir corriendo y lo mejor, para ganar.
Bendiciones a todos.
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