La misión de la iglesia según el
libro de los Hechos (Por Plutarco Bonilla, La
Biblia en las Américas, #5 de 1998).
El espíritu y celo misioneros no
representan un añadido o apéndice respecto del ser mismo de la iglesia
cristiana. Hay entre ambas (es decir,
entre la naturaleza de la iglesia y su misión) una relación tal que casi podría
decirse que la desaparición de la misión significaría la muerte de la
iglesia. Todo el Nuevo Testamento y en
particular, el libro de los Hechos, dan testimonio de ello. Veámoslo:
1. La
partida de Jesús resucitado a la diestra del Padre se narra en el
contexto de la promesa del Espíritu Santo:
Es muy conocido y, al parecer, hoy muchísimo mas que nunca el texto clave de Hechos 1:8. En él encontramos una afirmación que responde
a la promesa que Jesús les hizo a los discípulos, según el cuarto
evangelio: Pero yo os digo la verdad, Os conviene que yo me vaya, porque si no me
fuere, el Consolador no vendría a vosotros (Juan 16:7b). Jesús resucitado y el Espíritu Santo no
pueden desvincularse el uno del otro.
2. La venida del Espíritu Santo se narra en el
contexto de la misión: Pero recibiréis
poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos
en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra (Hechos
1:8). Este texto desatada algunos
aspectos de la venida del Espíritu Santo que debemos tomar en
consideración: 1). La recepción del poder y la venida del
Espíritu son actos simultáneos de los cuales el primero es consecuencia del
segundo. El verbo venir, es en el texto
griego un participio que corresponde a nuestro gerundio, 2). El poder y el Espíritu que lo da no pueden
desligarse el uno del otro. El poder que
Jesús vincula a la venida del Espíritu no se justifica como tal por sí
mismo. O sea, que los discípulos no se
les prometió poder simplemente para que lo tuvieran. Es fundamental entender esto hoy día, porque
vivimos en un mundo en el que el poder en cualquiera de sus formas, se ha
convertido en un ídolo. Jesús promete
poder y el Espíritu Santo da ese poder con un propósito bien definido: para ser testigos. ¿Testigos de qué? Esta pregunta está mal formulada, pues no es
de qué sino de quién. Me seréis
testigos, es decir, de Jesús resucitado y de su oferta de amor que trae
salvación a todo aquel que cree. El
mensaje llevado por los discípulo es abarcador.
Nada ni nadie queda excluido.
3. La realización de la misión se narra como
proclamación y servicio: Aunque la
palabra parece ser el elemento privilegiado en la misión de ser testigos desde
Jerusalén hasta las partes mas lejanas, esta misión no se agota en el uso de la
palabra explicativa (expositiva) o sea, en el sermón. Con un sermón (Hechos 2:14-36), se inaugura
la puesta en práctica del poder que había dicho Jesús. Y pronto sigue otro sermón dirigido al pueblo
(3:12-26), y otro que tenía como auditorio a los jefes de los judíos, a los
ancianos, a los escribas y a la alta casta sacerdotal (4:5-6, 8-12) y aun otro
muy breve, dirigido a las mismas personas (5:29-32). En casa de Cornelio (Hechos 10:34-43), Pedro
destaca la importancia de la palabra hablada en el cumplimiento de la misión,
dada por Jesús resucitado, de ser testigos suyos en todas partes. Lo anterior significa que el Nombre debe ser
nombrado. Por eso, se usa en los Hechos
la expresión: predicar a Cristo Jesús. Y
este predicar a Cristo no tiene fronteras.
Comienza por los de casa. Se
sigue con los de Samaria (8:5), se continua con un etíope, probablemente
prosélito (8:26-38), y se culmina con los gentiles (Cornelio y su casa, puerta
de entrada oficial de la proclamación del evangelio a los paganos, Hechos 10).
Según
Hechos, el día de Pentecostés y con la venida del Espíritu Santo, ocurrieron
dos milagros fundamentales. El primero describe el cronista con un gran
interrogante que pone en labios de los judíos piadosos que vivían en Jerusalén,
Mirad, ¿no son galileos todos estos que
hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros
hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?.....les oímos hablar
en nuestras lenguas las maravillas de Dios (2:7b-8, 11). Este milagro, con estas características no se
volvió a repetir. Al menos no hay
registro en Hechos. El segundo milagro fue la conversión de unas tres mil
personas. De lo que sucedió luego aquel
día, el autor nos dice que aquellos que
creyeron perseveraban en la doctrina de
los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en
las oraciones (2:42). Vemos un
crecimiento de la comunidad de creyentes.
Dios es el Señor de la misión y de sus resultados, y los cristianos
todos, sin distinciones de ninguna clase, son los responsables de comunicar el
mensaje. Así fue ayer, así sigue siendo
hoy. Bendiciones a todos.
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