lunes, 9 de enero de 2017

La misión de la iglesia según el libro de los Hechos (Por Plutarco Bonilla, La Biblia en las Américas, #5 de 1998).

La misión de la iglesia según el libro de los Hechos (Por Plutarco Bonilla, La Biblia en las Américas, #5 de 1998).
El espíritu y celo misioneros no representan un añadido o apéndice respecto del ser mismo de la iglesia cristiana.  Hay entre ambas (es decir, entre la naturaleza de la iglesia y su misión) una relación tal que casi podría decirse que la desaparición de la misión significaría la muerte de la iglesia.  Todo el Nuevo Testamento y en particular, el libro de los Hechos, dan testimonio de ello.  Veámoslo:
            1.  La  partida de Jesús resucitado a la diestra del Padre se narra en el contexto de la promesa del Espíritu Santo:  Es muy conocido y, al parecer, hoy muchísimo mas que nunca el texto clave de Hechos 1:8.  En él encontramos una afirmación que responde a la promesa que Jesús les hizo a los discípulos, según el cuarto evangelio:  Pero yo os digo la verdad, Os conviene que yo me vaya, porque si no me fuere, el Consolador no vendría a vosotros (Juan 16:7b).  Jesús resucitado y el Espíritu Santo no pueden desvincularse el uno del otro. 
            2.  La venida del Espíritu Santo se narra en el contexto de la misión: Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra (Hechos 1:8).  Este texto desatada algunos aspectos de la venida del Espíritu Santo que debemos tomar en consideración:  1).  La recepción del poder y la venida del Espíritu son actos simultáneos de los cuales el primero es consecuencia del segundo.  El verbo venir, es en el texto griego un participio que corresponde a nuestro gerundio, 2).  El poder y el Espíritu que lo da no pueden desligarse el uno del otro.  El poder que Jesús vincula a la venida del Espíritu no se justifica como tal por sí mismo.  O sea, que los discípulos no se les prometió poder simplemente para que lo tuvieran.  Es fundamental entender esto hoy día, porque vivimos en un mundo en el que el poder en cualquiera de sus formas, se ha convertido en un ídolo.  Jesús promete poder y el Espíritu Santo da ese poder con un propósito bien definido:  para ser testigos.  ¿Testigos de qué?  Esta pregunta está mal formulada, pues no es de qué sino de quién.  Me seréis testigos, es decir, de Jesús resucitado y de su oferta de amor que trae salvación a todo aquel que cree.  El mensaje llevado por los discípulo es abarcador.  Nada ni nadie queda excluido. 
            3.  La realización de la misión se narra como proclamación y servicio:  Aunque la palabra parece ser el elemento privilegiado en la misión de ser testigos desde Jerusalén hasta las partes mas lejanas, esta misión no se agota en el uso de la palabra explicativa (expositiva) o sea, en el sermón.  Con un sermón (Hechos 2:14-36), se inaugura la puesta en práctica del poder que había dicho Jesús.  Y pronto sigue otro sermón dirigido al pueblo (3:12-26), y otro que tenía como auditorio a los jefes de los judíos, a los ancianos, a los escribas y a la alta casta sacerdotal (4:5-6, 8-12) y aun otro muy breve, dirigido a las mismas personas (5:29-32).  En casa de Cornelio (Hechos 10:34-43), Pedro destaca la importancia de la palabra hablada en el cumplimiento de la misión, dada por Jesús resucitado, de ser testigos suyos en todas partes.  Lo anterior significa que el Nombre debe ser nombrado.  Por eso, se usa en los Hechos la expresión:  predicar a Cristo Jesús.  Y este predicar a Cristo no tiene fronteras.  Comienza por los de casa.  Se sigue con los de Samaria (8:5), se continua con un etíope, probablemente prosélito (8:26-38), y se culmina con los gentiles (Cornelio y su casa, puerta de entrada oficial de la proclamación del evangelio a los paganos, Hechos 10).

            Según Hechos, el día de Pentecostés y con la venida del Espíritu Santo, ocurrieron dos milagros fundamentales. El primero describe el cronista con un gran interrogante que pone en labios de los judíos piadosos que vivían en Jerusalén, Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan?  ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?.....les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios (2:7b-8, 11).  Este milagro, con estas características no se volvió a repetir.  Al menos no hay registro en Hechos. El segundo milagro fue la conversión de unas tres mil personas.  De lo que sucedió luego aquel día, el  autor nos dice que aquellos que creyeron perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones (2:42).  Vemos un crecimiento de la comunidad de creyentes.  Dios es el Señor de la misión y de sus resultados, y los cristianos todos, sin distinciones de ninguna clase, son los responsables de comunicar el mensaje.  Así fue ayer, así sigue siendo hoy.  Bendiciones a todos.  

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