Raíz y manejo de los
conflictos en la iglesia (Allan Pacheco Rodriguez, Apuntes Pastorales, Vol. XIV,
# 3).
Los conflictos en la iglesia
están a la orden del día. Ninguna
iglesia escapa a tener que enfrentarlos.
En realidad, los conflictos son parte integral de la experiencia humana
y por extensión, de la experiencia de la iglesia. Sin embargo, existen muchos conflictos que
son innecesarios, y como responsables de los destinos de la iglesia del Señor,
debemos tomar las medidas pertinentes para evitarlos o prevenirlos en la medida
posible. Jesucristo nunca prometió a sus
discípulos que al seguirlo quedarían exentos de conflictos. Por el contrario él se ocupo de prevenirlos para
que cuando llegara el momento de experimentar el conflicto, no tropezaran sino
que tuvieran paz y confianza en él (Juan 16:1-4, 33).
A la luz del Nuevo Testamento, debemos considerar los
conflictos como pruebas. En ese marco es
que Pedro exhorta a sus interlocutores a no sorprenderse del fuego de la prueba
como si algo extraño o negativo estuviera aconteciendo (1 Pedro 4:12). Santiago por su parte, nos llama a tener como
motivo de gran gozo el hecho de hallarnos en diversas pruebas, pues éstas
tienen el propósito de llevarnos a ser perfectos y completos sin que nos falte
nada (Stg. 1:2-4). Por tanto, nuestra
concepción del tema de los conflictos en la iglesia no debe ser fatalista ni
pesimista. El tema de los conflictos es un asunto delicado, serio y digno de
ser manejado con sumo cuidado por causa de los efectos tan nocivos que éstos
pueden producir en la vida de las iglesias. Sin embargo, no por ello tenemos
que considerarlos como un asunto intrínsecamente malo. Es verdad que tienen la
potencialidad de llegar a serlo, pero si se manejan adecuada y correctamente, a
la postre se convierten en experiencias positivas para nuestro crecimiento y
madurez como hijos de Dios. Precisamente
lo apunta Santiago en el texto citado y también lo hace Pablo cuando afirma que
a los que aman a Dios, todas las cosas
les ayudan a bien (Romanos 8:28).
Por todo esto decimos que el aspecto crítico del conflicto, no es la
existencia de éstos en la iglesia, sino el manejo que se les dé a los mismos.
Reconocemos que en medio de los conflictos afloran pasiones
carnales y nuestro enemigo pretenderá sacar algún provecho de los mismos. Sin embargo, no son los conflictos los que
generan estas pasiones pecaminosas, sino lo contrario: son aquellas pasiones las que producen los conflictos. Los conflictos son positivos en la medida que
nos ayudan a descubrir la existencia de las pasiones que los generan. Podemos definir el conflicto como cualquier
circunstancia que produce incomodidad, molestia o aflicción. Dentro de este marco conceptual reconocemos
la existencia de diversos conflictos fundamentales: los personales, los interpersonales y los
grupales o colectivos. Todo conflicto
personal tiene el potencial de convertirse en un conflicto interpersonal, y a
su vez, todo conflicto interpersonal puede llegar a convertirse en uno colectivo. Lo anterior nos muestra la interrelación
existente entre estos tres tipos de conflictos fundamentales, pues ninguno
existe en forma aislada, sino de alguna manera interactúan entre sí.
Santiago presente la sabiduría como base de la correcta
conducta cristiana en el ámbito de las relaciones interpersonales. Esta área es una de las mas propensas para la
generación de conflictos en la iglesia.
El pensamiento de Santiago es que los conflictos interpersonales en la
iglesia son producto de la conducta de los creyentes, y esta conducta está
condicionada por el tipo de sabiduría que éstos hayan adoptado. ¿Quién
es sabio y entendido entre vosotros? (Stg. 3:13). Es en este punto donde Santiago presenta una
demanda, el que se considera sabio y entendido:
Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre
(3:14). La idea del autor es que la
buena conducta debe resultar en obras que debían ser mostradas en sabia
mansedumbre. Esta última expresión (sabia mansedumbre) indica la actitud con
que esa demostración debe ser
realizada.
Resumiendo todo, Santiago dice que el que fuera sabio y
entendido debía exhibir, como resultado de la buena conducta, sus obras con la
actitud normal de mansedumbre que pertenece a la verdadera sabiduría. Así que, cuando enfrentemos conflictos, tener
presente las recomendaciones oportunas de Santiago. Dios les bendiga.
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